Trabajadores analógicos vs. Trabajadores digitales | ¿Cuál es el verdadero desafío?

Por Carlos Mellado G

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Hoy en día es común escuchar o leer términos como “transformación digital” o “revolución digital”, pero para hablar de lo digital antes debemos tener una idea de lo que lo precede que, semánticamente, sería lo analógico. Yendo a las bases, nos referiremos a las siguientes acepciones de la RAE:

  • Analógico: 2. Dicho de un aparato o de un sistema: Que presenta información, especialmente una medida, mediante una magnitud física continua proporcional al valor de dicha información.
  • Digital: 3. Dicho de un dispositivo o sistema: Que crea, presenta, transporta o almacena información mediante la combinación de bits.

Con lo anterior podemos establecer una diferencia fundamental en la forma en que se perciben ambos, uno físicamente (en toda la amplitud y profundidad de la palabra) y el otro a través de una combinación de bits siendo el bit una unidad de medida de la velocidad de transmisión de los datos. Por ejemplo, cuando realizas una búsqueda en Google (una plataforma de búsqueda digital) podemos obtener millones resultados de búsqueda en menos de un segundo, ¿cuánto tiempo demoraríamos en obtener similares resultados de manera analógica? Por supuesto que demoraríamos mucho más y, de hacerlo, ocuparía mucho más espacio físico.

Analógico y digital: Aplicación social y laboral

Dentro de nuestra historia reciente podemos reconocer un hito de reconocimiento general que podemos llamar “Antes y después de internet”, esa es una forma sencilla de comprender cómo lo digital – con una aplicación masiva – logró cambiar el comportamiento en diferentes grupos para diferentes actividades. Antes, un momento de esparcimiento podía implicar salir de casa, pasear, viajar, practicar algún deporte y, aunque eso se sigue haciendo. Hoy se suman actividades como jugar en alguna consola, ver series o películas en algún servicio de streaming, revisar alguna red social entre otras que serían imposibles sin la transmisión de datos en un medio digital. Incluso para realizar alguna actividad física hoy se suman etapas digitales previas como la búsqueda de un destino y referencias por internet, la compra de pasajes en una web, revisar videos y reseñas en algún blog o video. Lo digital ha cambiado mucho más de lo que rápidamente podríamos nombrar.

Laboralmente, y podríamos incluir aquí también lo académico, lo digital ha tenido mayor impacto. Si bien las labores manuales continúan existiendo, en muchos casos éstas dependen de procesos sostenidos digitalmente. En las fábricas en las que aún existen una cantidad no menor de obreros las nuevas máquinas trabajan con computadoras. Como en los autos, lo mecánico se va mezclando con lo digital para generar mayores eficiencias incluso creándose líneas de producción automatizadas a través de robots en la que la participación humana es más de supervisión y reparación que de producción. En las oficinas la situación es más obvia, ¿quién trabaja en una oficina sin usar en mayor en menor grado una computadora?

No nos queda duda que lo digital ocupa cada día mayor terreno y, en aquello que no sustituye a lo analógico, lo complementa. Por lo anterior, el impacto social y laboral crea una necesidad en doble sentido, por un lado, de quienes la demandan y por otro de quienes la ofertan que, en un gran número de sectores, necesitan adaptarse, aprender y crear en un entorno digital. Lamentablemente no todos tienen éxito en esta batalla.

Puente digital: ¿Quiénes y cómo logran cruzarlo?

A pesar de que la clasificación de generaciones existe desde hace un tiempo como una forma de segmentación que diferenciaba a ciertos grupos, ésta no contempló – en sus orígenes – el impacto de lo digital y lo que significaría ser un migrante digital o un nativo digital. Durante lo peor de la cuarentena por la pandemia fue evidente, sobre todo en muchos videos que circularon, cómo profesores tuvieron algunas dificultades en el uso de plataformas como Zoom o Meet. Aunque hay generaciones a quienes lo digital y sus plataformas les representa un desafío, el uso de nuevas herramientas o aplicaciones siempre fue una barrera que superar, sin embargo, hoy lo que importa es la velocidad de adaptabilidad.

Lo explicado anteriormente nos permite plantear un par de factores que se alejan del esquema generacional, estos son entorno y accesibilidad. Alguna vez un buen amigo mío observó que cualquier joven de los años 60’s en un entorno del siglo XXI seguramente hubiera actuado como un joven de hoy. Asimismo, un joven del siglo XXI de una población rural de escasos recursos tendrá las mismas y mayores dificultades de adaptabilidad al mundo digital. En cualquier circunstancia, la labor social, empresarial y académica deberá plantear como objetivo la implementación de mecanismos que permitan armonizar el trabajo entre las generaciones activas. Aunque cada nueva generación tienda a pensar que es mejor que la anterior, lo cierto es que ninguna es mejor por sí misma solamente, sino por las circunstancias y es responsabilidad de todos saber aprovecharlas.

Ilusión de la modernidad, cosas imposibles

Entonces, si las circunstancias son las que nos brindan las oportunidades para decidir ser mejores, es necesario comprender también que la llamada “modernidad” es una etapa breve en la extensión real del tiempo, básicamente una ilusión momentánea que muestra cómo las cosas que antes se pensaban imposibles se vuelven reales en manos de una nueva generación, pero es un triunfo pírrico que tan solo anuncia a los “vencedores” que la cuenta regresiva para el triunfo de sus rivales – la generación venidera – ha iniciado. Esto, sin embargo, es el curso natural de la vida y es responsabilidad de todos no buscar declararse mejores, sino colaborar para que quienes han llegado y están por llegar no dejen de ser mejores.

Para el año 2030, 375 millones de trabajadores deberán cambiar de categoría ocupacional debido a la automatización.

McKinsey & Company

Las futuras nuevas “modernidades” ya no tendrán trabajadores analógicos, es cierto, pero es posible que veamos nuevas “versiones” de trabajadores digitales, nuevas generaciones como “actualizaciones” en un entorno digital en el que tarde o temprano – por más nativas digitales que sean – terminarán teniendo un sistema digital lento o incluso obsoleto e incapaz de conectarse con lo nuevo que se vaya creando.

El verdadero desafío

Como hemos visto, sea en los sistemas digitales o en las generaciones, siempre se alcanzan puntos de obsolescencia. El verdadero desafío consistirá en conseguir “parches” o “actualizaciones” que nos permitan alejar – quizás eliminar – la fecha en la que no podamos conectar eficientemente con la “modernidad”. Sin embargo, es necesario aclarar que la denominación de “generación activa” que ensayé en este artículo no solo corresponderá a un año de nacimiento, sino a una actitud en el pensamiento y estilo de vida. Ya hemos visto que existen factores clave como el entorno y accesibilidad y mientras sepamos adaptarnos rápidamente y sin nunca dejar de aprender, incluso destruyendo conceptos que creíamos ciertos y absolutos (recordemos el mundo con Newton antes de Einstein) permaneceremos vigentes como individuos que solo se bajan de un vehículo que ha perdido velocidad en desplazarse por la vía de la modernidad para aprender conducir uno nuevo y seguir en la ruta. Es más, podríamos decir que ni siquiera habría que detenerse para aprender, sino que ya lo hacíamos sobre la marcha (como quien oye un podcast mientras se maneja).

El reto para los trabajadores analógicos – o de versiones digitales desactualizadas – será evitar la ilusión del triunfo, la trampa de creer haber llegado a la meta y la soberbia de sentir ser la mejor generación. Lo mejor que todos podemos hacer es nunca dejar de preguntarnos: ¿este es el fin? ¿es lo mejor que se puede hacer? ¿No hay nada que cambiar que podría darnos mejores resultados?

Repensar los modelos existentes (versiones vigentes y/o “definitivas”) y, sobre todo, diseñar nuevos, ese es el verdadero desafío.

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